El Manifiesto a todos los pobres y oprimidos de México y el Universo
Julio Chávez López fue campesino alumno
de la Escuela del Rayo y del Socialismo, fundada por Plotino Rhodakanaty en la
región oriente del Valle de México. En este proyecto se formó en las ideas
socialistas libertarias, y llama a la insurrección social a la población
campesina de la región a finales de la década de 1860, insurreccionando la
región principalmente de Chalco y Texcoco, la que alcanzó la región de Texmelucan en Puebla y Cuautla Morelos, donde décadas después el agrarismo
“zapatista” se levantaría, tal vez, guardando en la memoria colectiva esa
semilla que se sembró durante la insurrección de Chávez López.
En cuanto a la fecha de publicación de este manifiesto existen varias
controversias. La mayoría de los autores que han historiado el movimiento
fechan la muerte de Julio López en julio de 1868, y como se puede observar la
fecha del manifiesto es de prácticamente un año después de su fusilamiento.
Algunos autores, como Gastón García Cantú no parecen siquiera percatarse de
ello. Algunos otros, argumentan que López escapó a la primer campaña militar en
su contra y que fue fusilado hasta septiembre de 1869. Otra probable
explicación es que García Cantú haya cometido un error al signarlo en 1869 y
que la verdadera fecha del manifiesto sea el 20 de abril de 1868. En todo caso,
la confusión se le debe en gran parte a José C. Valadés que fue quien recopiló
la documentación desde las primeras décadas del siglo XX y que no dejó claro de
dónde extrajo las fuentes.
También existen cuestionamientos en cuanto a su
autenticidad, es decir, si es o no real el documento y si éste fue redactado
por el propio Julio López, pues algunos autores le atribuyen la autoría al
socialista griego Plotino Rhodakanati o a Zalacosta,
uno de los discípulos de éste.
Manifiesto a todos los pobres y oprimidos de México y el Universo.
"Ciudadanos mexicanos: ha llegado la hora
de conocer a los hombres con el corazón bien puesto, ha llegado el día en que
los esclavos se levanten como un solo hombre reclamando sus derechos pisoteados
por los poderosos. Hermanos: ha llegado el momento de despejar el campo, de
pedir cuentas a los que siempre nos las han exigido; es el día de imponer
deberes a quienes solo han querido tener derechos.
Vamos a una contienda de sangre. ¿Pero qué importa si esta sangre es generosa? Fertilizará nuestros campos; dará exhuberancia a las plantas y dejará un rastro a la humanidad del futuro.
Infinidad de años y de siglos hemos caminado penosamente agobiados por el cansancio, por la miseria, por la ignorancia y por la tiranía, el día de la venganza sagrada es con nosotros.
¿Qué poseemos sobre la superficie del universo,
los que vivimos clavados en el trabajo? ¿A quién deja beneficio el sudor de
nuestras frentes, las lágrimas de nuestros ojos, el dolor en nuestras
espaladas, el cansancio de nuestros brazos, la fatiga en nuestros pies y la
angustia en nuestros corazones? ¿Quién ha pensado alguna vez en recoger lo que
lo siembra, cuando todo se nos arrebata?
Los que se han aprovechado de nuestra debilidad física, moral o intelectual, se llaman latifundistas o terratenientes o hacendados. Los que pacientemente nos hemos dejado arrebatar lo que nos corresponde, nos llamamos trabajadores, proletarios o peones. Los peones hemos entregado nuestras vidas e intereses a los hacendados y éstos nos han sometido a los mayores abusos; han establecido un régimen de explotación por el que estamos condenados a no disfrutar de la vida. ¿En qué consiste el régimen de explotación establecido? Es un sistema que exclusivamente se dirige a mancillar la existencia del peón. Nuestros padres fueron comprados por la hacienda, al precio de un real diario de jornal, y como no era posible subsistir con un real, porque en los mercados establecidos en las haciendas se compraban los artículos a los precios más exagerados, aun aquellos artículos que nosotros hacemos producir con muestras manos, mes por mes, y año por año se iba haciendo una deuda a cargo de nuestros padres. ¿Quién podría solventar aquella deuda, cuando el jornal no pasaba de ser un misérrimo real? ¿Quién habría de prestar a nuestros padres para cubrir sus adeudos? ¿Quién les habría de abrir crédito, cuando el crédito siempre está en manos de los detentadores de la producción?
Cuando nosotros venimos a este mundo, nos encontramos con que las deudas de nuestros padres, pasaban a nuestro cargo, y que por lo visto, habíamos nacido esclavos y con la obligación de seguir trabajando en el mismo lugar, bajo el mismo sistema, a titulo de cubrir la famosa deuda. Pero nuestro jornal tampoco aumentaba; nuestro crédito tampoco se abría y teníamos que conformarnos con la misma situación.
¿Y quién ha cooperado a mantenernos en el silencio, en la humillación, en la ignorancia, y en la esclavitud? La iglesia y solamente la iglesia que por medio de sus hipócritas misiones ha tejido la mentira de la salvación espiritual en un lugar que no es la tierra. Nuestras madres, nuestras esposas y nuestras hijas rezan con fervor pidiendo a todos los santos nos salven de esta situación horrenda.
Más todo ha sido en vano, por que según ellos, los frailes, hemos venido a padecer a este valle de lágrimas y tenemos que esperar para que en el cielo nos premien la resignación. Lo más curiosos del caso, es que los que nos piden resignación son los menos que se resignan a una existencia penosa, ya que han adquirido propiedades inmensas, las han explotado a sus anchas y con grandes beneficios y también con toda paciencia nos han explotado: han comido opíparamente del sudor de nuestra frente.
Los curas nos han engañado, profanando la
doctrina del gran Cristo, a quien hay que revindicar, ya que sus promesas de
caridad, de paz y de concordia, siempre han sonado en nuestros corazones con
inmensa alegría. Por desgracia, no se ha llegado el momento de hacerlas
efectivas porque sus llamados representantes desempeñan el papel de Judas, que
el Cristo bondadoso siempre condenó por ser el mal frente a la razón que
predicaba.
Que reine la religión pero nunca la Iglesia y menos los curas.
Por eso las Leyes de Reforma, a las que nosotros apoyamos desde hoy y para
siempre, son tan grandes, lástima que no se practiquen en todos su rigor, debido a que los mismos
gobiernos que las proclaman hacen al fin causa común con los enemigos del
pueblo víctima de traiciones.
En el
Estado libre y soberano de Puebla, se ha visto que los curas han acarreado con
todo para los altares y después para sus casas. Han llevado grano por grano de
nuestras cosechas, diciéndonos que cada grano era una indulgencia que se
concedería a nuestros pecados en la otra vida, y así, de acuerdo con los
hacendados nos han dejado en la ruina más espantosa.
Si los curas son malos, también los son todos
los hombres que mandan. ¿Qué diremos de eso que hemos dado en llamar gobierno,
y es tiranía? ¿Dónde esta el gobierno bueno?
Juárez, a pesar de llamarse republicano y enemigo
de la iglesia, es un mocho y déspota: es que todos los gobiernos son malos.
Por eso, ahora nos pronunciamos contra todas
las formas de gobierno: queremos la paz y el orden.
Hemos pedido tierras y Juárez nos ha traicionado. ¿Por qué no tener el pedacito
de tierra que labramos? ¿Con que derecho se han apropiado algunos individuos,
unos cuantos, de la tierra que debería ser de todos?
¿Quién ha sido ese atrevido que con lujo se
hizo señalar sus propiedades, cuando éstas no tenían más que dueño que la naturaleza?
Los hacendados han sido los hombres fuertes,
que validos del ejército que ellos mismos sostienen para asegurar sus
propiedades, han señalado sus posesiones en los lugares que han deseado, sin
que el pueblo proteste.
Habíamos creído que el triunfo de la republica sería el verdadero triunfo del
pueblo, ya que todos los hacendados se habían refugiado en los faldones del
imperio; pero con suma tristeza hemos visto, que estos mismos hacendados han
tenido refugio en los faldones republicanos, lastimándose así los intereses que
deberían ser inviolables: los de los pobres. Esto indica que es menester emprender
una lucha más justa y racional, que venga a asegurar lo que nosotros queremos. ¿Qué
queremos nosotros?
Hermanos nuestros:
Queremos el socialismo, que es la forma más
perfecta de convivencia social; que es la filosofía de la verdad y de la
justicia, que se encierra en esa triada inconmovible: libertad, igualdad y
fraternidad.
Queremos destruir radicalmente el vicioso estado actual de explotación, que condena a unos a ser pobres y a otros a disfrutar de las riquezas y el bienestar; que hace a unos miserables a pesar de trabajar con todas sus energías y a otros les proporciona la felicidad en plena holganza.
Queremos destruir radicalmente el vicioso estado actual de explotación, que condena a unos a ser pobres y a otros a disfrutar de las riquezas y el bienestar; que hace a unos miserables a pesar de trabajar con todas sus energías y a otros les proporciona la felicidad en plena holganza.
Queremos la tierra para sembrar en ella pacíficamente y recoger tranquilamente,
quitando desde luego el sistema de explotación; dando libertad a todos, sin
tener que pagar tributo alguno; dando libertad para reunirse en la forma que
más crean conveniente, formando grandes o pequeñas comunidades agrícolas que se
vigilen en defensa común, sin necesidad de un grupo de hombres que les ordene y
castigue.
Queremos abolir todo lo que sea señal de
tiranía entre los mismos hombres viviendo en sociedades de fraternidad y
mutualismo, y estableciendo la República
Universal de la Armonía.
¡Pueblo Mexicano!
¡Pueblo Mexicano!
Este es nuestro plan sencillo, que haremos triunfar en alguna forma y en pos del verdadero triunfo de la libertad.
Seremos perseguidos, tal vez acribillados ¡no importa! cuando en nuestro pecho
laten esperanzas. Que más tenemos en nuestra vida si no es morir antes que
seguir perpetuando el agobio de la miseria y de los padecimientos. Se nos
desprecia como liberales, se nos mancilla como socialistas y se nos condena
como hombres. Es indispensable salvar el momento y levantar nuestros esfuerzos
en torno de esa sacrosanta bandera de la revolución socialista, que dice desde
lo más alto de la República:
¡Abolición del gobierno y de la explotación!
Queremos tierras, queremos trabajo, queremos libertad. Necesitamos salvarnos de
todos los padecimientos, necesitamos salvar el orden, en fin, lo que
necesitamos es el establecimiento de un pacto social entre los hombres, a base
de respeto mutuo
¡VIVA EL SOCIALISMO!, ¡VIVA LA LIBERTAD!
¡VIVA EL SOCIALISMO!, ¡VIVA LA LIBERTAD!
Dado en Chalco, en el día 20 del mes de abril
del año de 1869.
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