DESHECHA
ROSA de Manuel Rojas
La 1ª ed. de este poema fue publicada en 1954.
1
Construido
con elementos de timidez y de urgencia,
de pasión
y de silencio;
a través
de ganzúas y de ladrones hábiles,
acompañado
de anarquistas perseguidos por la policía
y de
cómicos que morían sin éxito en los hospitales;
entre
carpinteros de duras manos y tipógrafos de manos ágiles;
soñando
en la cubierta de los vapores
y en los
vagones de carga de los trenes internacionales;
con
muchos días de soledad y de cansancio,
sin
lágrimas, con los zapatos destrozados,
por las
calles de Santiago o de Buenos Aires;
ganándome
la vida y la muerte, a saltos,
como los
tahúres o los rufianes;
cultivando,
sin embargo, una gran rosa ardiente,
decidido
y vacilante,
llegué
donde tú me esperabas con tu ardiente rosa.
No traía
sino mi don de hombre,
mi
pequeña gracia de narrador
y tres
abejorros con hambre.
2
Apretada
e intacta, construida con elementos de lentitud y de ternura,
tú venías,
empujada
por los vientos de Valparaíso
y a
través de los cardúmenes de su bahía.
Por entre
los álamos del Aconcagua
y tinajas
hirviendo de dulce chicha,
acompañada
de campesinos con las barbas mojadas de garúa
y huasos
de ojos verdes, que cultivaban la poesía:
-
Clara se llamó mi madre,
y mi
padre, Claridad;
y yo
me llamo Clarisa:
¡Miren
que casualidad!;
entre
normalistas azules que reían
y novios
enfermos del pulmón, que morían
a través
de niños que aprendieron a leer mirándose en tus ojos,
tu rosa
cerrada para mis tres abejorros hambrientos traías.
3
Fuiste
mía y fui tuyo "en el oscuro pensamiento de la noche".
Sin
reservas, con locura y con ternura,
unidos en
la sangre, en el aliento y en la piel
buscamos
aquello que nos unía
y que
nunca supimos que era.
Las
largas noches eran nuestras, y nosotros eramos de la noche,
trabajadores
fervientes, entre murmullos
y
silencios de reposo y espera,
como
mineros que buscaran o como joyeros que pulieran.
La
piel fina y caliente de tu cintura,
la áspera
piel de mis piernas;
mi boca
impaciente y tu boca deseosa de obedecer;
mis manos
como hormigas entre tu cuerpo de panal nocturno;
tu
espalda que se arqueaba y mis largos y tenaces brazos;
tus duras
piernas y mis insistentes rodillas entre ellas;
mi lengua
y su apasionado itinerario.
Y tu
recato y mi persuasión,
y tu
arrullo y mi contenido grito
de
hallazgo o de sorpresa:
en la
alta noche, creando, latiendo, buscando,
trabajando
con su propio material
su gozoso
y limpio destino, esmeradamente.
Y
de tu vientre
los
abejorros brotaban chillando y mamando,
entre mis
lágrimas de hombre y tus sonrisas de mujer.
4
Así
ocho años como ocho rosas de doce pétalos
o
simplemente ocho años.
A
través de sus días y sus noches
tú
mirabas blanquear mis sienes
y yo veía
cómo tus labios perdían su frescura.
Pero era
en tí donde moría mi juventud,
en mí
moría la frescura de tu boca.
Alcanzábamos
nuestro gozoso y limpio destino.
Los
abejorros mamaban y crecían;
mi madre
y mis amigos,
y tus
amigas y tus parientes, se detenían
y se
inmovilizaban en el espacio y en el tiempo,
helados,
indiferentes a los sollozos y a las lágrimas.
Ocurrían
revoluciones, y los carabineros
eximían
de sus exámenes a algunos estudiantes
y de su
vejez a algunos obreros;
pero
ellos, por su parte, abandonaban a sus caballos en las calles
y en los
conventillos a sus viudas,
y estas,
llorando, cobraban escasas pensiones de viudez,
mientras
los Presidentes de Chile iban y venían
y por
allá se entretenían, rascándose o jugando al ajedrez.
Tranquilos,
aunque envejeciendo,
contentos,
aunque a veces fatigados,
veíamos
caer la tarde y nos íbamos con ella,
conscientes
de que atardecíamos.
5
Ahora,
desde el
fondo de mi ser,
desde
donde el aire se transforma en sangre
y desde
donde la sangre se transforma en semen;
de más
allá aún: desde donde río y desde donde lloro,
desde
donde hablo y desde donde enmudezco,
desde
donde me detengo y desde donde camino;
de en
medio de los oscuros líquidos,
del
centro de las blandas médulas,
desde la
corriente de las linfas
y desde
el bullir de los glóbulos;
desde
donde tú puedes vivir en mí
y desde
donde yo puedo vivir en tí:
tu
recuerdo surge y me lame como una dulce llama,
como una
dulce lengua,
¡oh,
mujer mía!
6
Y
busco tu rostro y tu cuerpo más allá de la muerte.
Inútilmente.
La muerte no me da sino tu boca abierta
y el
coágulo de sangre que salió de ella.
¿Eres tú?
No lo eres. No te reconozco muerta.
Busco
después tu rostro y tu cuerpo
antes de
que la muerte te entreabriera la boca.
Inútilmente
también. Imágenes dispersas acuden:
las manos
con blandos hoyuelos,
la piel
clara de los muslos,
el vello
dorado del pubis,
los ojos
de íntimo reflejo verde,
el
vientre de niña que mi amor marchitó
y que yo
amaba por sus estrías:
expresión
de mi hombría y de tu feminidad.
Imágenes
táctiles, olfativas, de sabor:
mi mano
siente a veces el calor de tu cuerpo,
mi lengua
el sabor de la tuya,
mi nariz
tu olor nocturno.
Repartida
a lo largo de mis recuerdos y mis sentidos,
estás en
todas partes y no estás en ninguna.
7
Los
abejorros te tienen, sin embargo.
aprisionada
por raíces que la muerte no puedo romper,
en ellos
estás, en sus miradas, en sus risas, en sus voces,
y en
ellos me miras, me sonríes y me hablas.
Y
en ellos te miro, te sonrío y te hablo
mientras
camino, con mi gran rosa ardiente,
hacia
donde tú estás con tu deshecha rosa.
El mejor poema que se ha escrito. Corta.
ResponderEliminarHermoso poema..."ESTÁS EN TODAS PARTES Y NO ESTÁS EN NINGUNA"
ResponderEliminarQue hermoso y que triste...
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